Ella recibía las cartas a través de un can amaestrado.
Era la forma de franquear la celosía de su hogar.
Curiosidad y ternura juntas,
en la epístola,
despertaban con el alba todos los viernes.
El lenguaje
sobre ese papel
descubría también
que ella estaba feliz.
19 de junio, 2018


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